sábado, 23 de marzo de 2013

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QUÉ DÍA TAN LARGO. Atravesando Castilla

¡QUÉ DÍA TAN LARGO!



¡Qué día tan largo

y qué camino tan áspero,

qué largo es todo y qué áspero!




En el cielo está clavado

el sol iracundo y alto.

La tierra es toda llanura,

llanura, toda llanura,

y en la llanura… ni un árbol.

Voy tan cansado

que pienso en una sombra cualquiera.

Quiero descanso, descanso, sólo descanso.

¡Dormir! Y lo mismo me da ya

bajo un ciprés que bajo un álamo.

LEÓN FELIPE

Desde el Miño, aunque podía ser el Duero o el Guadiana


El sermón a los peces


Nunca tal se vio en memoria de guardia de fronte-

Puente de hiero de Tuy

Miño y la frontera con Portugal


ra. Éste es el primer viajero que en medio del camino para el automóvil, tiene el motor ya en Portugal, pero no el depósito de gasolina, que aún está en España, y él mismo se asoma al pretil en aquel centímetro exacto por donde pasa la invisible línea de la frontera. Entonces, sobre las aguas oscuras y profundas, entre los altos escarpes que van doblando los ecos, se oye la voz del viajero predicando a los peces del río:







«Venid acá, peces, vosotros, los de la margen dere-
cha, que estáis en el río Douro, y vosotros, los de la margen izquierda, que estáis en el río Duero, venid acá todos y decidme cuál es la lengua en que habláis cuando ahí abajo cruzáis las acuáticas aduanas, y si también ahí tenéis pasaportes y sellos para entrar y salir. Aquí estoy yo, mirándoos desde lo alto de este embalse, y vosotros a mí, peces que vivís en esas confundidas aguas, que tan pronto estáis en una orilla como en otra, en gran hermandad de peces que unos a otros sólo se comen por necesidades de hambre y no por enfados de patria. Me dais vosotros, peces, una clara lección, ojalá no la olvide(....) 
Saramago, Viaje por Portugal.

SANTIAGO FEDERICO GARCÍA LORCA

SANTIAGO(Poema ingenuo)



I                                         
Esta noche ha pasado Santiago             
su camino de luz en el cielo.             
Lo comentan los niños jugando             
con el agua de un cauce sereno.           
¿Dónde va el peregrino celeste           
por el claro, infinito sendero?           
Va a la aurora que brilla en el fondo     
en caballo blanco como el hielo.         
¡Niños chicos, cantad en el prado         
horadando con risas el viento!           
Dice un hombre que ha visto a Santiago   
en tropel con doscientos guerreros.       
Iban todos cubiertos de luces,           
con guirnaldas de verdes luceros,         
y el caballo que monta Santiago           
era un astro de brillos intensos.         
Dice el hombre que cuenta la historia     
que en la noche dormida se oyeron         
tremolar plateado de alas                 
que en sus ondas llevóse el silencio.     
¿Qué sería que el río paróse?             
Eran ángeles los caballeros.             
¡Niños chicos, cantad en el prado         
horadando con risas el viento!           
Es la noche de luna menguante.           
¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,   
que los grillos refuerzan sus cuerdas     
y dan voces los perros vegueros?         
-Madre abuela, ¿cuál es el camino,       
madre abuela, que yo no to veo?           
-Mira bien y verás una cinta             
de polvillo harinoso y espeso,           
un borrón que parece de plata             
o de nácar. ¿Lo ves?                     
-Ya lo veo.                               
-Madre abuela, ¿dónde está Santiago?     
-Por allí marcha, con su cortejo,         
la cabeza llena de plumajes               
y de perlas muy finas el cuerpo,         
con la luna rendida a sus plantas,       
con el sol escondido en el pecho.         
Esta noche en la vega se escuchan         
los relatos brumosos del cuento.         
¡Niños chicos, cantad en el prado,       
horadando con risas el viento!           
II                                       
Una vieja que vive muy pobre             
en la parte más alta del pueblo,         
que posee una rueca inservible,           
una virgen y dos gatos negros,           
mientras hace la ruda calceta             
con sus secos y temblones dedos,         
rodeada de buenas comadres,               
y de sucios chiquillos traviesos,         
en la paz de la noche tranquila,         
con las sierras perdidas en negro,       
va contando con ritmos tardíos           
la visión que ella tuvo en sus tiempos.   
Ella vio en una noche lejana             
como ésta, sin ruidos ni vientos,         
al apóstol Santiago en persona,           
peregrino en la tierra del cielo.         
-Y comadre, ¿cómo iba vestido?-           
le preguntan dos voces a un tiempo.       
-Con bordón de esmeraldas y perlas       
y una túnica de terciopelo.               
Cuando hubo pasado la puerta,             
mis palomas sus alas tendieron,           
y mi perro, que estaba dormido,           
fue tras él, sus pisadas lamiendo.       
Era dulce el Apóstol divino,             
más aún que la luna de enero.             
A su paso dejó por la senda               
un olor de azucena y de incienso.         
-Y comadre, ¿no le dijo nada?-           
le preguntan dos voces a un tiempo.       
-Al pasar me miró sonriente               
y una estrella dejóme aquí dentro.       
-¿Dónde tienes guardada esa estrella?-   
le pregunta un chiquillo travieso.       
-¿Se ha apagado -dijéronle otros -       
como cosa de un encantamiento?           
-No, hijos míos, la estrella relumbra,   
que en el alma clavada la llevo.         
-¿Cómo son las estrellas aquí?           
-Hijo mío, igual que en el cielo.         
-Siga, siga la vieja comadre.             
¿Dónde iba el glorioso viajero?           
-Se perdió por aquellas montañas         
con mis blancas palomas y el perro.       
Pero llena dejóme la casa                 
de rosales y de jazmineros,               
y las uvas verdes de l.a parra           
maduraron, y mi troje lleno               
encontré a la siguiente mañana.           
Todo obra del Apóstol bueno.             
-¡Grande suerte que tuvo, comadre!-       
sermonearon dos voces a un tiempo.       
Los chiquillos están ya dormidos         
y los campos en hondo silencio.           
-¡Niños chicos, pensad en Santiago       
por los turbios caminos del sueño!       
¡Noche clara, finales de julio!           
¡Ha pasado Santiago en el cielo!         
La tristeza que tiene mi alma,           
por el blanco camino la dejo             
para ver si la encuentran los niños       
y en el agua la vayan hundiendo,         
para ver si en la noche estrellada       
a muy lejos la llevan los vientos. 

PEREGRINAR


Ciertamente, peregrinar es maravilloso -comenzó diciendo-. Las tierras de Dios son vastas hasta el infinito; sólo cuando uno se pone en camino puede apreciarse esta realidad. Los hombres somos seres de ida y vuelta. ¿Qué es la vida sino una peregrinación que empieza en el nacimiento y culmina con el retorno al Señor de todos los mundos?. Sánchez Adalid. El mozárabe. Ediciones B.