La Historia de la Vía de la Plata
Quizás es cuestión de tiempo, pero si el software Google Earth pudiera
aplicar su potente zoom, no sólo sobre cualquier país, sino también sobre
cualquier momento de la historia, podríamos remontarnos al año 196 a.C. y ver
con claridad los límites y extensión de las provincias Citerior y Ulterior, el
germen de lo que hoy es España. Hacía veinte años que los romanos habían
desembarcado en la península y no sólo habían conseguido doblegar y expulsar a
los cartagineses sino que se proponían ordenar un rompecabezas de más de medio
millón de kilómetros cuadrados formado por tribus de astures, cántabros,
celtíberos, galaicos, lusitanos, turdetanos, vacceos, vascones, vetones y un
largo etcétera de pueblos aferrados a su tierra. En definitiva, un puzzle con
miles de piezas diseminadas que el ejército romano consiguió unir en el año 19
a.C. tras más de siglo y medio de sangrientas guerras. En ese largo periodo de
cambios los términos Citerior y Ulterior desaparecieron e Hispania pasó a estar
dividida en las provincias Tarraconense, Bética y Lusitania. La península
ibérica estaba, por fin, sometida al poder de Roma y los tiempos de la
república habían terminado a manos de Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C.), que se había
proclamado emperador.
Las calzadas romanas en Hispania y su cenit constructivo en época imperial
Milenios antes de la
llegada del ejército romano ya existían en la península incontables veredas,
sendas o caminos trazados por los pueblos prerromanos y ligados
fundamentalmente a sus labores de pastoreo y al tránsito del ganado. Es
indudable también que el ejército romano aprovechó y mejoró estos toscos viales
para avanzar más rápidamente en su tarea de conquista. Sin embargo, durante la
guerra era inútil embellecer demasiado los caminos debido a la escasez de
tiempo y al temor de que fueran utilizados en su contra por los guerreros
hispánicos. Con el fin de la contienda y la llegada de la paz la civilización
romana comenzó a manifestar en Hispania sus dotes políticas, administrativas,
artísticas y constructivas. En los primeros siglos de nuestra era, hasta la
invasión de las hordas bárbaras en el 409 d.C., la fisonomía de la península
cambio radicalmente y los castros celtas sucumbieron ante magníficas ciudades
dotadas de foros, teatros, anfiteatros y termas. Todo un lujo en aras de la
convivencia y el disfrute del ciudadano romano. Entre ellas, además de los
sólidos e imperecederos puentes marca de la casa, los ingenieros romanos
construyeron una extensa red de calzadas que comunicaban Hispania de norte a sur
y de este a oeste.
Los ingenieros y operarios romanos utilizaban para sus calzadas los
materiales que tenían más a mano y las construían en base a la aglomeración de
cuatro capas. Sobre una base de arena se asentaba el statumen, una primera capa compuesta por
pequeñas piedras que se unían con cal o arcilla. Sobre ésta se echaba el rudus, una masa potente de piedras y
guijarros sellados con mortero de cal. La tercera capa era el nucleus, puro hormigón de arena gruesa, y la
última de todas era la capa de rodadura visible o summa cresta, formada por el típico enlosado de piedra. A este respecto, Isaac Moreno
Gallo, en su estudio Vías Romanas, Ingeniería
y Técnica Constructiva publicado por el Ministerio de Fomento,
difiere y defiende que la capa de rodadura no era enlosada sino que sobre las
losas había otra capa más fina de tierra suelta que posibilitaba que los carros
pudieran avanzar a más velocidad.
Junto a las calzadas
había unos indicadores de distancia llamados miliarios que se colocaban cada
1480 metros. Esta medida era la longitud de una milla romana y equivalía a mil
pasos dobles romanos, teniendo en cuenta que cada paso doble medía un metro y
cuarenta y ocho centímetros. Los miliarios son columnas cilíndricas de granito
que llevan grabado, además del número de milla, el nombre del emperador que
mandaba cuando se construían o modificaban las vías. En la Vía de la Plata
todavía persisten gran cantidad de ellos y, en concreto, los números XXVIII y
CXXXIV se conocen como miliario del Correo y miliario del Corral.
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